Obras totales aka Gesamtkunstwerk
El concepto de obra total lo acuñó Richard Wagner después de los alzamientos revolucionarios en Alemania de 1848. En su exilio escribió el ensayo o tratado “La Obra de Arte del Futuro”. Ahí sostenía que la persona artista típica se comporta como un egoísta, alejada de la vida y la gente, buscando solamente el disfrute del arte para deleitar a un orden superior o un objeto ajeno. La persona artista del futuro debe buscar el arte y la belleza en la voluntad de lo universal, de lo verdadero y lo incondicional. La artista no brinda su amor a un objeto particular, sino busca el amor en sí mismo. “Así el artista egoísta se volverá comunista.”
La última realización de este artista sería a través de la disolución del individuo en lo universal a través del renunciamiento al egoísmo, un sacrificio del artista como personalidad individual. La obra total por tanto es aquella en la cual el artista o el interprete realiza un sacrificio en el escenario a fin de disolverse en la colectividad. Y es en ese momento, en ese ritual sacrificial, donde la obra total se realiza completamente: sirviendo un propósito común encarnado momentáneamente en el artista, aceptando la finitud de su interpretación y volviéndola parte del colectivo que representa.
Ahora el término se ha ido utilizando de forma más extendida en ámbitos muy diversos y distintos que se han alejado de la noción original del ensayo de Wagner. A veces se usa como simple sinónimo de obra maestra, como la cumbre de la creatividad y el trabajo artístico individual. El egoísmo vuelve a la escena del trabajo artístico. El sacrificio ritual del artista y la búsqueda de la disolución en el colectivo se han ido desplazando. Con ello es valioso recordar que es en el carácter de la búsqueda del amor en lo universal, en la naturaleza, en la ciencia, en la sociedad y en el amor mismo en donde se encuentra la obra del futuro. Y será siempre del futuro porque nunca se llega totalmente a ella, siempre queda adelante sin que se alcance, como un horizonte, como un ideal, al cual algunos se han acercado sin siquiera proponérselo. Y es ahí donde radica la cualidad sacrificial, en el desinterés o la falta de intención, o mejor dicho, en la disolución del artista con su entorno, no por decisión o voluntad, sino por destino, arbitrariedad o contingencia.
Con eso en mente recolecté algunas canciones, piezas y obras modestas que de alguna manera pienso que representan más de lo que exponen superficialmente. Que sintetizan un sentir colectivo más amplio que el de la pieza misma. Pensé además en estas obras anómalamente largas, con varias secciones musicales y diferentes ideas conjugándose alrededor. Además incluyo piezas de varios rincones que han quedado desplazados de la idea de la universalidad estética: Palestina, Haití, Cabo Verde, Venezuela, Colombia, Brasil, Congo, Nigeria, Ecuador, Cuba. Yo tampoco sigo la definición de Wagner, pero sí pienso que la estética universal no está en el individuo sino en su entorno expresado a veces por accidente en algún músico dispuesto a sacrificarse ritualmente en el olvido de todos nosotros.