Galeón encallado en el trópico
La chilena no es tanto un género, más bien es una tradición musical. La diferencia es importante porque incluso su nombre rastrea su origen, pero en la actualidad la categoría no hace referencia a un tipo específico de música, sino a muchos. Hay chilenas en Guerrero, en Oaxaca, en la costa chica, en la mixteca, también en Veracruz, en Michoacán y hasta en Chiapas. Pero la chilena que se cantaba por allá de los años coloniales de 1800, se parece muy poco de la que ahora se toca en bodas y fiestas. Alguna vez se usó el violín y el arpa, después la guitarra, vientos y percusiones, y ahora también se usan teclados.
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Según Vicente Mendoza en el primer ensayo dedicado al tema de las chilenas, la chilena viene, por supuesto de Chile. Desde épocas de la colonia española en las Américas había relaciones comerciales entre los puertos de Valparaíso y Acapulco, y después con la fiebre del oro, los barcos llegaban a las Californias haciendo parada en la costa de Guerrero. Agustín Gurza cuenta una historia menos creíble pero más entretenida: Había un barco nombrado Araucano, que venía de Chile enviado por el libertador Bernard O’Higgins en apoyo a la independencia de México. Pero al llegar el Araucano la guerra ya había terminado. En lugar de pelear los chilenos celebraron, cantaron y bailaron, y de esa fiesta se transmitió la chilena a la costa recién mexicana (Pablo Garrido, Historial de la Cueca [1979]).
Para unos la chilena es de Guerrero, para otros de Oaxaca, y entre ellos es de Pinotepa o es de Jamiltepec. Lo que queda claro es que la chilena es de todos lados menos de Chile. Mixtecos, tzotziles, afromexicanos, todos son dueños de la chilena. La hicieron suya, la hicieron propia, tanto así que ya lo único que comparten es el nombre solo como recordatorio de de que hay una historia común.
Yo a la chilena la conocí en Chiapas, cuando un grupo que amenizaba un baile tocaba melodías curiosas con un teclado electrónico que imitaba sonidos de violin y flautas ritmizados con base de cumbia. La secuencia melódica era muy distintiva, con progresiones que subían y bajaban con una rara melancolía. Desde el inicio supe que era un estilo típico de música, probablemente local, pensé.
Después de un tiempo que mis indagaciones no mostraban frutos, hallé en YT un tecladista de nombre Aki Cortés que subía videos a manera de demostración o tutorial de canciones en su teclado. Creo que ahí me enteré del nombre de chilena. Pero fue hasta que encontré la canción “Xochipitzahuatl” que supe que había dado con lo que buscaba, pero que no venía de Chiapas sino de Oaxaca.
Según Vicente Mendoza en su ensayo dice que: “La característica principal de la Chilena estriba en la riqueza rítmica, tanto en la melodía como en el acompañamiento instrumental, apareciendo en conflicto frecuente la combinación de los dos compases 6-8 y 3-4. Su belleza intrínseca estriba, pues, en la concordancia y en la contradicción de estos dos elementos, pues tan pronto melodía y acompañamiento aparecen en un compás como en el otro, sirviendo los momentos de conflicto como el paso de la sombra a la luz.”
La chilena que encontré—creo—no encaja con esa característica principal que menciona. Probablemente porque en su desarrollo hacia la cumbia los compases de los que habla se modificaron. Tal vez lo único que se conserva es lo último, que no voy a escribir por cursi.
Lo importante aquí es que una Chilena que escuché en Chiapas parecía que en realidad venía o tenía influencias muy marcadas de Oaxaca, de la mixteca. Confirmé que el estilo era lo que había escuchado en primer lugar cuando oí una segunda canción de nombre “Xochipitzahuatl” que viene de la Huasteca y se canta en Nahuátl en honor a la Virgen de Guadalupe. Al parecer es un canto que en principio seguía la instrumentación de violín y guitarra, pero la versión de Corazón de Cristal tiene el encanto que buscaba desde un inicio. El disco de la agrupación además está grabado en vivo y tiene muy buenos ejemplos de lo que escuché aquella vez en Chiapas.
Como ya se podrá ver, la chilena mixteca y huasteca no tiene mucho que ver con sus congéneres de la Costa Chica guerrerense o oaxaqueña. Unos ejemplos del estilo de este otro estilo es “Viborita de la mar” de Eduardo Gallardo grabado en 1963 y contenida en una compilación muy recomendable grabada por Thomas Stanford. Como curiosidad, en los comentarios del video hay alguien que pide que le expliquen cuál es la diferencia entre chilena y son de artesa. La respuesta que le dan es que la particularidad de cada uno está en los contenidos de la letra, la primera romántica y solemne, en el segundo es pícara y chusca.
Un gran exponente de la chilena costachiquense es sin duda Álvaro Carrillo, que compuso nada más y nada menos que Sabor a mí, pero aparte compuso joyas como La Cortijana. El propio Carrillo tenía ascendencia afromexicana, no es de extrañar que la chilena de la Costa Chica se asocie a la población negra mexicana. Poblados como Cuajinicuilapa tienen en su repertorio chilenas maravillosas. En “Adios Cuajinicuilapa” Jorge Añorve y compañía interpretan esta canción con la particularidad de agregar una alcuzo o tigrera, instrumento particular de la región.
De todo esto solo hay que decir que la chilena no vino de Chile, vino de la Costa Chica. O que es lo mismo que decir que cada quien es dueño de su chilena.
Aquí mi homenaje a la melodía que me llevé de Chs.