Es un trabajo original en el sentido que no sigue las líneas de sus profesores como Kroeber y Steward. Posiblemente hubiera sido sencillo tomar el modelo difusionista de Kroeber o el modelo de de ecológico de Steward para abordar el cambio cultural. Probablemente la influencia de Steward solo se refleja en la decisión de Beals de elegir Cherán por ser, según él, una localidad aislada en el sentido ecológico y donde podría talvez hallar una cultura indígena más pura o auténtica, y representativa de la etnia en su conjunto. Pero Beals en lugar de tomar como base un modelo teórico prefiere hacer un trabajo monográfico, descriptivo, meramente etnográfico. Esto no significa que no tuviera preocupaciones o intenciones de mayor alcance. Recordemos que los procesos de aculturación formaban parte de sus preocupaciones intelectuales principales. Por aculturación entendamos “el proceso de ajuste o adaptación entre dos sistemas socioculturales que entran en contacto cercano y repentino”. Este interés está presente a lo largo de toda la monografía en las descripciones que hace de la tecnología, la religión, la política, la economía. Pero por la tarea que se le había asignado se limita fundamentalmente al registro. Y también podemos talvez suponer también porque no tenía herramientas explicativas suficientes. Las herramientas de la antropología en aquel momento eran sobre todo los “surveys”, listado de elementos, sondeos, documentación de materiales orales, historias, mitos, ceremonias, vocabularios. Esta tradición se deja ver en la utilización parcial de la Guía Murdock para datos culturales, un instrumento que buscaba que el etnógrafo documentara en la medida de lo posible todos los aspectos de la vida de una cultura. También recordemos que para entonces los estudios de comunidad eran una novedad para le generación de Beals. Redfield había publicado su tesis de Tepoztlán unos años antes.
Sobre el limitado uso de teoría podemos decir que Beals mismo se declaraba humilde en la utilización de complicados modelos teóricos y siempre prefirió el método etnográfico, el trabajo de campo, la descripción y la documentación. En su consideración la actividad humana es tan complicada y cambiante que sería inútil reducirla a modelos teóricos explicativos. Esta aversión de Beals por la teoría se observa p.e. en su reseña al libro Toward a General Theory of Action de Talcott Parsons al que describe como “important failure in the body of social sciences”. Sin embargo, este rechazo o cuidado de la teoría, aunque podría ser visto como una debilidad, hoy podemos observar sus cualidades en la preservación de sus datos. Una explicación de Cherán basada en algún modelo parcial y mediocre no hubiera sobrevivido el paso de los años. Pero la monografía de Beals se mantiene por su calidad documental, sirviendo por lo menos como lectura obligada a la hora de hacer una revisión de la literatura acerca de los pueblos purépechas. De hecho, comenta el propio Beals, cuando salió el libro fue tal la apertura interpretativa que recibió que en una misma revista elogiaban su capacidad de representar el cambio cultural de la comunidad, al mismo tiempo que le criticaban por no incluir de forma adecuada este mismo cambio cultural.
Ralph L. Beals (1953). General and Theoretical: Toward a General Theory of Action. Talcott Parsons and Edward A. Shils, Editors. , 55(3), 422–423. doi:10.1525/aa.1953.55.3.02a00150
Siguiendo con esta anécdota que comenta Beals, a mi parecer esta ambivalencia de registrar y al mismo tiempo negar los procesos de cambio que vivía Cherán se debe en gran medida al formato monográfico que utilizó Beals. Ya sea por que su objetivo inmediato era el de tener un documento básico antropológico para fines de incidencia directa dentro del proyecto Tarasco, o por limitaciones en las formas clásicas de la etnografía de esos años, la estructura de la monografía impide captar con dinamismo los cambios regionales, las circunstancias políticas, los sucesos recientes. Sabemos que la gente comercia de forma regional, que importa y exporta productos, y que se ve afectada por los precios internacionales, sabemos que la gente migra a EEUU y que probablemente esto se relaciona con la política nacional que impulso el programa bracero, sabemos que la comunidad “aislada” de Cherán que seleccionó Beals ya ha visto cambios importantes, que ha adoptado formas religiosas, arquitectónicas, organizativas consideradas por él y sus colegas como “europeas”.
La cualidad indígena, suponía Beals, no descansaba tanto en la presencia de características o rasgos distintivos, sino en el distanciamiento ideológico local frente a la sociedad nacional más amplia, la identidad mexicana posrevolucionaria. Beals y otros creían que esto se debía sobre todo al aislamiento ecológico o geográfico. Por un lado la explicación ecológica no se sostenía, pues las limitaciones geográficas no eran impedimento para realizar comercio, para viajar o para migrar. En un estudio posterior Beals confirmó nuevamente este error en la localidad de Nayón en Ecuador. Eligió este lugar por su ubicación entre las montañas, pero una vez más se encontró con una comunidad que rápidamente se había integrado al sistema urbano de Quito. La relación entre aislamiento geográfico y la cultura indígena no se seguía. Por otro lado Beals y otros creían que la identidad étnica era una cuestión grupal única. Un pueblo en su conjunto mantenía una unidad cultural entre sus miembros a la vez que esta no era compatible con ninguna otra forma de identidad. Pero subestimó por ejemplo que alguien podía ser purépecha y católico, purépecha y servidor público, purépecha y militar de la nación. Y más aún, había quienes probablemente nunca se consideraron purépechas pero para Beals sí que lo eran porque hablaban y se parecían a uno.
En el libro se muestra que al interior del pueblo había otras identificaciones y diferenciaciones que tenían más peso que la división entre indígenas y mestizos: se habla de ricos y pobres, el cabildo y los achaecha, migrantes, fuereños, los agraristas y antiagraristas, y el equipo de Beals incluso introduce la distinción entre progresistas y conservadores. Indígena no aperece como una categoría que opere dentro de la localidad.
Sobre esto último me parece importante señalar que la forma en la que se ha conceptualizado “lo indígena” ha variado considerablemente a lo largo de la historia. No es lo mismo “indígena” hace cien años, hace cincuenta años y hoy en día. Su caracterización no es la misma. Antes se enfatizaban algunos atributos, hoy se resaltan otros. A pesar de ser una palabra que ha entrado en nuestro vocabulario cotidiano, y tener una imagen estereotípica de lo que significa ser indígena, en realidad esto nunca ha sido tan claro. Tal vez en algún momento se pensó en características biológicas, fenotípicas, hoy eso no interesa mucho, talvez en cuestiones genéticas para conocer patrones migratorios prehistóricos o predisposiciones genéticas muy específicas, pero incluso en eso no es sencillo. Otro rasgo que también se presenta casi como obvio es la lengua. Parece evidente que los pobladores de Cherán son purépechas porque hablan (o hablaban) purépecha a pesar de tener otras características “mestizas” o “europeas”, PERO por otro lado para Foster y Ospina, los de Tzintzuntzan no eran tan purépechas porque no hablaban la lengua, aunque tenían rasgos de organización y pensamiento “indígena”. En ambos casos el criterio lingüístico lejos de ayudar, es problemático. Por mencionar otro criterio, está la relación que tenía la población indígena con la vida rural. Hoy en día esto ya no es del todo cierto, y en algunos lugares como Cherán, se podría decir que son más bien urbanos y en lugar de la agricultura tienen como actividades económicas principales las terciarias, de servicios y comercio. (REVISAR DATOS ECONÓMICOS DE ACTIVIDADES). Y la cuestión de la tierra y el territorio, tambiés es cada vez más complicado. La presión sobre la tierra es cada vez mayor en relación al crecimiento demográfico, no hay suficiente tierra para todos, y el espacio de la comunidad se diluye cada vez más en dinámicas transnacionales, que desde los 40 ya existían, pero que ahora se confirman. ¿Se puede ser purépecha sin hablar la lengua, sin ser campesino, sin estar en la comunidad, estando lejos del territorio?
Y así como la lengua, el fenotipo, la vida rural, la larga lista de características “indígenas” son igual de problemáticas. Más bien vale la pena revisar de dónde viene nuestro entendimiento de lo indígena. Pasa por la forma de organización política y religiosa de la colonia, por la elaboración de un mito revolucionario de la nación, después por la búsqueda de la formación identitaria mexicana posrevolucionaria, pero también vale la pena reconocer el papel importantísimo que jugaron los antropólogos en el establecimiento de la categoría indígena. A través de etnografías como la de Beals, las de Foster, las de Redfield, Sol Tax las de Aguirre Beltrán, Julio de la Fuente, se identificó a localidades y poblaciones como indígenas. Pasó de ser un adjetivo a ser un un sujeto que existía en el país. En ellas se hablaba de una cultura indígena en contraposición a una cultura occidental, nacional o mestiza. Identificando a esta población se podía actuar, se podían dirigir acciones gubernamentales para su incorporación nacional y su desarrollo. Cabe decir que tanto para Aguirre Beltrán como para Sol Tax los tarascos o purépechas eran el grupo indígena más aculturados en cuanto a su organización, técnica y religión. Esa sentencia solo tiene sentido para ellos y para su concepto de indígena, por eso hay que recalcar que aunque el concepto es el mismo, su contenido varía. Entre los que han sido los actores que han definido su contenido están:
Las instituciones coloniales: organización política y religiosa de las comunidades
El Estado: mito de origen del país, identidad mexicana posrevolucinaria
Los antropólogos: a través de sus estudios y de su entonces fuerte participación en acciones gubernamentales y de aplicación directa en las poblaciones
Los organismos internacionales: Que se incorporan como parte de tratados internacionales y establecimiento de criterios de reconocimiento, OIT, ONU, DDHH
Las reivindicaciones étnicas de las propias poblaciones consideradas como indígenas (hasta ahora un poco oscurecido), que a pesar de ser los actores principales y afectados en esta discusión poco se les pregunta acerca de sus identificaciones étnicas en la cotidianidad.
Uno de los temas que seguramente se espera que se trate de la descripción de Beals es la relación del Cherán de hace 70 años con el Cherán de 2011. Algunas ideas que se recuperaron parcialmente del texto de Beals fueron: 1) Pensar en Cherán como una Comunidad corporada cerrada y que en cierta medida eso explicaba su movilización como mecanismo de defensa ante peligros externos, sobre todo impedir la compra y desposesión de tierras y otras riquezas comunale; 2) complementariedad se podía acudir al mencionado Rechazo de la cultura nacional como forma de aislamiento en la cultura local que provocaba un sentimiento de poca o nula conexión con los asuntos nacionales y que ahora tenía su expresión en la búsqueda de la autonomía presupuestal.
Aragón Andrade: “En el caso de Cherán, por ejemplo, la literatura sobre la historia del siglo xx de la comunidad muestra un pacto político muy distinto al tomado en 2011. En los trabajos académicos previos a esta etapa, los antropólogos e historiadores habían concebido a Cherán como una comunidad donde la fuerza de los caciques, los partidos políticos, las disputas faccionales y el culto a la figura de Lázaro Cárdenas del Río eran la realidad imperante (Castile, 1974; Beals, 1992; Calderón, 2004). A pesar de esto no se puede hablar de que los principios normativos generales de las justicias indígenas en Cherán fueran necesariamente otros a los vigentes hoy, pero lo que sí se puede decir es que con el movimiento de 2011 se recalibraron y adaptaron a un nuevo pacto político.”
Ojeda Dávila destaca la memoria de la episodios de movilización contra empresas forestales norteamericanas, así comosu oposición contra los agraristas: “Los episodios históricos más recordados por la tradición oral cheranense son la exitosa defensa del bosque y los recursos forestales encabezada por el profesor Federico Hernández Tapia y las mujeres de la comunidad en contra de una empresa norteamericana avalada por el régimen porfirista, a la cual forzaron a detener sus actividades. Posteriormente, en la época de la revolución mexicana, la defensa de los saqueos de tropas villistas y bandoleros como Inés Chávez, liderada por Casimiro Leco Churú, que refiere Beals y recuerdan los comuneros de mayor edad, tuvieron carácter heroico, ya que se logró capturar a los saqueadores y poner fin a sus tropelías en la región (Beals 12). Para mediados de la década de 1930, la unión de la mayoría de la comunidad se dio en torno a un enfrentamiento contra agraristas “súper rojos” de Naranja y otros pueblos del Valle de Zacapu y la Cañada, que invadieron Cherán en 1937 y cuyo saldo osciló entre 40 y 100 muertos (Friedrich, The Princes 163).”
Denisse Román Burgos recupera el conflicto con la tenencia de Cheranástico y el misterioso rancho de Cozumo que ya no existe, migración a EEUU, actividades económicas agrícolas y forestales, la relación de las observaciones de Beals con agraristas, el zafarrancho de 1938 y posteriores. Se trata en suma de una contextualización de la historia política de Cherán a la llegada de Beals.